ANKARA, TURQUIA/ AGENCIA RT.- Un descubrimiento arqueológico en el sur de Turquía ha causado asombro en la comunidad científica y religiosa.
En las ruinas de Topraktepe, un antiguo centro eclesiástico bizantino ubicado en la provincia de Karaman, un equipo de arqueólogos turcos halló cinco panes carbonizados de más de 1.300 años de antigüedad, cuya simbología parece confirmar uno de los pasajes más recordados del Evangelio de Juan: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:35).
El hallazgo, dirigido por el Museo de Karaman, ofrece una ventana inédita a las prácticas litúrgicas del cristianismo primitivo en Anatolia, una región que en tiempos bizantinos fue conocida como la Ciudad de la Paz.
Según los investigadores, las hogazas datan de los siglos VII-VIII d.C., y su estado de conservación es excepcional gracias a las condiciones sin oxígeno del lugar donde fueron enterradas tras el proceso de carbonización.
El elemento más sorprendente es uno de los panes, que muestra una imagen de Jesucristo acompañada por una inscripción en griego que reza: “Con nuestro agradecimiento al Bendito Jesús”.
Lo que más ha llamado la atención de los expertos es que esta representación muestra a Cristo como un campesino o sembrador, y no como el gobernante todopoderoso de la iconografía tradicional del Pantocrátor.
Los otros cuatro panes presentan marcas en forma de cruz, lo que sugiere que pudieron haber sido utilizados en rituales eucarísticos o ceremonias de comunión en las primeras comunidades cristianas de la región.
De acuerdo con un comunicado de la Gobernación de Karaman, estos hallazgos permiten entender mejor cómo las comunidades rurales de la Anatolia bizantina integraban la espiritualidad en su vida cotidiana.
A diferencia de las grandes urbes como Constantinopla, en estos asentamientos la devoción se vivía en estrecho vínculo con la agricultura y el trabajo manual.
Los arqueólogos destacan que los panes de Topraktepe no eran simples alimentos, sino objetos sagrados que representaban a Cristo mismo. Este descubrimiento no solo ofrece una prueba tangible de las antiguas tradiciones cristianas, sino que también revive las enseñanzas de Jesús sobre el alimento espiritual, un mensaje que, más de trece siglos después, sigue inspirando a creyentes en todo el mundo.
Comentarios