SANTO DOMINGO, RD/ EL VOCERO.- ¿Por qué todavía se va la luz en República Dominicana? La pregunta volvió a la mesa después del “blackout” de este martes, que dejó sin servicio eléctrico a casi todo el país por una avería en la subestación de San Pedro de Macorís y que, al desconectarse, hizo caer en cadena otras instalaciones para proteger las plantas.
Es decir: un punto del sistema falló y el resto se apagó para no dañarse.
Ese comportamiento en cadena no es casualidad. Las autoridades explicaron que el Sistema Sléctrico Nacional Interconectado (SENI) está pensado para operar como un todo: generación, transmisión y distribución caminando al mismo ritmo, por lo que cuando ocurre en una avería en una subestación clave como la San Pedro I (100 de 138 kilovatios) la red interpreta que hay un evento grave y se “protege” sacando otras plantas.
Esa lógica evita equipos quemados, pero para el ciudadano el resultado es el mismo: un apagón, lo cual revela la primera respuesta a la pregunta inicial: la transmisión sigue siendo un punto delicado del sistema.
Ahora bien, los apagones de todos los días no siempre tienen que ver con una gran avería. Una serie de reportajes publicados recientemente por este medio muestran que el sistema arrastra fallas de planificación, retrasos en licitaciones y, sobre todo, debilidad para sancionar a quienes no cumplen con lo que se comprometieron a entregar.
Aparte, cuando no se ejecutan las obras a tiempo o no entra la generación prevista, el sistema opera más ajustado y cualquier salida deja huecos que se sienten en la red.
A eso se suma una historia larga: en siete décadas de reformas, el país ha intentado múltiples fórmulas, pero no ha resuelto del todo los principales problemas de costo, pérdidas e inversión.
Dentro del triángulo que maneja el sector eléctrico, se siguen identificando pérdidas en la distribución, circuitos con demanda creciente y redes que no siempre se refuerzan al mismo ritmo que crece el consumo, según los resultados mostrados en las investigaciones.
La falta de obras e inversiones es otro de los fenómenos identificados que han impedido la mejora del sistema. Expertos consultados señalaron que hay licitaciones que no salen a la velocidad requerida y que las penalidades no siempre se aplican, advirtiendo que si no se corrige eso, el sistema seguirá operando con mayores posibilidades de fallas.
¿Significa eso que no hay capacidad de generación? No necesariamente. Las autoridades insisten en que, en condiciones normales, la generación alcanza para cubrir la demanda. El problema es que “condiciones normales” casi nunca es todos los días: hay mantenimientos, hay plantas en reparación, hay líneas en servicio restringido y hay picos de consumo por calor. Cuando varios de esos factores coinciden, se siente como si “no hubiera luz”, pero en realidad es el sistema administrando una infraestructura que no siempre está completa.
El “blackout” que sufrió el país fue un evento provocado por una falla en transmisión que se expandió por protección, según las primeras declaraciones de las autoridades. Pero la persistencia de los apagones en la vida diaria responde a algo más estructural: planificación que llega tarde, obras que no salen, redes que no crecen al ritmo del consumo y distribuidoras que todavía cargan con pérdidas y circuitos débiles.
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